Pírico es una localidad muy chica, que está justo a medio camino entre Sauce Seco y Perro Muerto.
Ahí fuimos a pasear, en busca de un poco de verde. Con ella.
Derecho la miraba como si se alimentara de sus formas. Miraba sus ojos luminosos, mientras recordaba su sonrisa. Un rato después miraba su sonrisa, y recordaba los ojazos. Las sonrisas tenía que robarlas, y le gustaba el desafío.
Izquierdo hacía cuentas. Vivía haciendo cuentas. No siempre numéricas, pero cuentas al fin. Cálculos. Hop hop cálculos. Como quien hace popeyotes en el gimnasio. Hop hop logartimo en base dos de ocho, tres. Hop hop la tetradimensión y la máquina del tiempo. Hop hop si le dije y me dijo y le dije y me dijo, ¿Qué me quiso decir? Hop hop orden. Hop hop responsabilidad.
Izquierdo quería tener todas las cosas bajo su control. Pobre Izquierdo. Muchas veces lo lograba. Lo lograba con las cosas controlables. Derecho quería sentir. Quería sentir muchas cosas, todas las cosas. Últimamente tenía un único sentimiento recurrente: un agobio, un hartazgo que no llegaba a ser odio, hacia Izquierdo.
Izquierdo era más fuerte, pero Derecho estaba desarrollándose mucho últimamente, e Izquierdo quería unas merecidas vacaciones.
Derecho: —¿Viste qué lindos ojos que tiene?
Izquierdo: —¿Qué estará pensando?
Derecho: —¿Y los labios?
Izquierdo: —Le dije X y me dijo Y. Creo que me quiso decir Z. ¿O habrá entendido W? ¿Convendrá aclararlo?
—Me encanta cuando sonríe.
—Qué ganas de tirarme con ella en el sofá. Pero no hay ninguna excusa disimulable.
—Me quedaría toda la tarde.
—¿Qué pensará si me quedo toda la tarde? Seguro que piensa X cuando en realidad es Y, pero me convendría que piense Z, así que voy a actuar W.
—Dejate de joder. Quedémonos toda la tarde ¿Qué importa lo que piense?
—¿Cómo que importa lo que piense? ¿Qué pasa si ella quiere X pero nosotros Y?, ¡y si no le decimos Z va a imaginarse W!
—Hagamos Y.
—Pero tenemos que avisarle.
—¿Avisarle?
—Avisarle.
—¡Pero le quitás toda la magia, salame!
—Pero es seguro.
—Y tristísimo. Quedate piola y dejame a mí.
—Eso ya lo escuché muchas veces. Después tengo que poner la jeta yo.
—Qué copado el vestidito. Me gusta el verano.
—¡Pajero!
—¡Ah! Miralo al señooooor. ¿Y por casa cómo andamos?
—Al menos no me baboseo.
—¡Reprimido!
—¡Animal!
—¡Vegetal!
—¿Qué dijo?
—No sé. Te habló a vos. Qué lindos labios, ¿te fijaste?
—¡Shhhh! ¡Callate pelotudo, que me desconcentrás!
…
—Debo reconocer que estuviste piola. Démosle un chupón.
—¡Pará, desubicado!
—Dale que hay onda.
—Ya sé que hay onda, pero si le damos un beso, eso implica tácitamente un contrato de locación de servicio entre nosotros (en adelante El Chupandífero) y ella (en adelante De Quién Es Esa Boquita Cuchi Cuchi, o La Frígida, según cómo reaccione). Tal contrato de locación de servicio implica derechos y obligaciones entre las partes, yadda yadda locatario, yadda yadda locador, yadda yadda fideicomiso, yadda yadda preaviso, yadda yadda rescisión, yadda yadda daños, perjuicios, prejuicios y perjuros.
—No podés decidir esas cosas. No podés guiar los sentimientos. No podés predecir, jurar, asegurar, estimar cuando se dicta el corazón.
—(¡Puaj! ¡Qué meloso!) Me lo han dicho, pero no me permito jugar con los sentimientos ajenos. Prefiero cercenar mis ilusiones.
—¿Quién sooooó? Eso es una excusa para tu cobardía, tu timidez.
—¡...!
—¡Cogetelaaaá PUTO!
—¿Y si después ella se entusiasma?
—¿Y si te entusiasmás vos?
—¡...!
—Dale masita. Viví la vida. Estamos acá para sentir. Sólo vivimos el presente. Después te cargan: “Andá... preguntale si lee a Sartre”
—Somos adultos y tenemos un lenguaje de setentamilmiyón palabras. No necesito bailar el baile del apareamiento. Puedo expresar mis deseos con palabras.
—¿Y la seducción? ¿Y el juego? ¿Y la magia?
—Son hermosos, pero ambiguos.
—¿Qué mejor?
—No debemos ceder al desenfreno y el desbarranco.
—No te animás.
Tras salir de la quietud del departamento y tras un agradable paseo en auto por la ciudad semidesierta de fin de semana, nos desarmamos sobre el pastucho de la petit plazolet. La vida es cíclica. La llamamos espirálica para sentir que avanzamos en algún sentido. Creo que está bien. Los patrones se repiten, pero nunca volvemos al mismo punto.
Tuvimos charla divertida. Tuvimos miradas. Tuvimos sonrisas. Tuvimos censuras. Silencios. Silencios gratos, silencios que parecían campanadas violentísimas. Silencios resquebrajados, que hacían cric cric antes de desmoronarse, quizás artificialmente, quizás no. No fueron muchos, pero eran los que usaban Derecho e Izquierdo para discutir, aunque venían discutiendo desde hace mucho tiempo .Unos 29 años.
Izquierdo: —Esta pose es incómoda su boca está fuera de mi alcance. Redo from start. Bip Bip. Access Denied.
Derecho: —¡Qué linda tarde que estamos pasando! ¡Cómo me agrada que sea tan suelta! (Ella, no la tarde)
—Recuerdo todas las conversaciones mentales que tuve, anticipando estos momentos. Siempre rematé con una frase smartass antes de romperle los labios. A ella le gustaría ese estilo. Lo sé.
—Este pelotudo se va a quedar en el molde. Tengo ganas de mesarle los pelos y rasquetearle la orejita. (A ella, no al pelotudo).
—Mierda. No pinta conversación sobre la vida y el amor. Iniciemos una rama de charla...
—Vamos de nuevo con los masajes.
—Yadda yadda teoría de los masajes, yadda yadda nodulitos, yadda yadda shaitzu.
—Qué linda piel. Qué ganas de abrazarla.
—Yadda yadda cualquierísima.
—Me desbarranco, loco. Hastacállegamo. Hagámosle caso al presente, la piel, y la mar en coche.
Fue demasiado natural. Su hombro-cuello estaba delante de mis labios. Terminé con el masaje de espalda. Ella quería reclinarse, y yo necesitaba abrazarla. Izquierdo ya estaba confundido. Derecho estaba harto de él. Ni siquiera tuvo que tomar el poder. Por eso digo que fue natural. El cuello-hombro estaba siendo besado porque debía ser besado. Estaba ahí para ser besado y los labios lo saboreaban porque eso era lo correcto. Izquierdo repasaba el manual de procedimientos, casi como se revisa el cuaderno al salir del examen. Derecho cerró los ojos, y se rió juguetón, tratando de verificar que estaba ahí acurrucadito en su hombro-hombre-cuello. Subió.
—¡Disclaimer 1!— Gritó Izquierdo —Nos los representantes del pueblo... reunidos aquí en Congreso General Constituyente...
Se sintió de algún modo realizado. Estúpidamente realizado. Ella estuvo de acuerdo con el adjetivo. Sonrió. Vino a por más. Se sostuvo a milímetros. Comenzó el juego de Derecho. Izquierdo no supo nada más hasta el día siguiente. Y todos estuvieron contentos.
Ahora Izquierdo dicta y tipea esto: tiqui tiqui tiqui taca taca tiqui tac rrrrrrrr chiclín. Derecho lo mira con los ojos cerrados, desde un sitio un poco apartado. Tiene una sonrisa de medio lado, y me pareció ver que movía la cabeza muy levemente, negando, como dejando a Izquierdo hacer su trabajo, para dejarlo tranquilo, previendo, estimando, calculando. Izquierdo es feliz así, y no le hace mal a casi nadie. Derecho tiene gesto de campeón en la cara, de superado, pero sabe que sin Izquierdo no tendría lo que tiene. Son buenos amigos, quizás sólo gracias a sus diferencias.